Mensaje de su Santidad Ignacio Zaqueo

14.01.2014 13:16

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MENSAJE DE SU SANTIDAD IGNACIO ZAQUEO I
CON OCASIÓN DE LA NAVIDAD 2013
EN EL NOMBRE DEL SEÑOR ETERNO, NECESARIO Y TODOPODEROSO
IGNACIO ZAQUEO I IWAS,
PATRIARCA DE LA SANTA SEDE DE ANTIOQUÍA Y DE TODO EL ORIENTE;
CABEZA SUPREMA DE LA IGLESIA CATÓLICA SIRO-ORTODOXA
Impartimos nuestra bendición apostólica y nuestras fervientes oraciones a nuestro hermano, Su
Beatitud Mor Basilio Tomás I, Catholico de la India; a Sus Eminencias los Metropolitas; a nuestros
hijos espirituales los Vicarios Patriarcales, a los monjes, presbíteros, monjas, diáconos y
diaconisas y a todos los benditos fieles siro-ortodoxos de todo el mundo. Que la Divina Providencia
los proteja por la intercesión de la Virgen María, Madre de Dios, de San Pedro, príncipe de
los Apóstoles y de los demás mártires y santos. Amén.
Esperando que se encuentren bien, les queremos manifestar, junto al salmista “Solo una cosa
pido al Señor, solo una cosa, espero”… que fortalezca sus corazones (Sal. 27.4)
Amados hermanos, durante estos tiempos de oscuridad en que nos encontramos, nada mejor
que las palabras de la Sagrada Escritura para confortarnos, fortalecernos y aumentar nuestra fe
y confianza en nuestro Salvador Jesucristo, la Palabra hecha carne, a quien aguardamos, especialmente
en estos días en que celebramos en espíritu y verdad su nacimiento en la carne. Dirigimos
con fervor la mirada al niño de Belén, que renunció a su trono de gloria y vino al mundo
para salvarnos y hacernos partícipes del cielo, que es la verdadera morada de los hijos de Dios.
A lo largo de todos los tiempos, los seres humanos han levantado su mirada al cielo, esperando
la segunda venida del Señor. Desde el inicio de la creación hasta nuestros días, la humanidad
contempla a su Creador, esperando su salvación, su justicia y su misericordia. Y, dado que no
conocemos el tiempo de su venida, debemos seguir viendo al cielo y a lo que está en el cielo,
esperando la gloriosa venida de Jesús, nuestro salvador.
¿Estaremos todos esperando el nacimiento de Cristo? ¿Entre quiénes estaremos nosotros? Entre
los incrédulos de su venida, o entre los que la toman con burla e indiferencia, o entre los fieles
que aguardan su presencia en medio de nosotros y, por lo mismo, como los pastores, se
apresuran a ir a verlo y adorarlo ante el anuncio del ángel. Si estamos entre estos, veremos que
Jesús nos está esperando ahora y siempre, no solamente para nacer en nuestros corazones
sino para elevarnos al mismo cielo.
A quien nos preguntara si podemos encontrar en el misterio de Belén al Señor, le podemos responder
con certeza que SÍ. No es de admirarse que la Virgen María y José no encontraran lugar
en una pensión sino en un establo y que al nacer, colocaran al niño en un pesebre.
Sí, en realidad, el pesebre fue el lugar elegido para el nacimiento de Jesucristo, el Salvador, que
bajó del cielo para enseñarnos la humildad, que es lo que sana el orgullo humano. Él fue obediente
hasta la muerte en la cruz, para destruir la rebeldía del ser humano contra el mandato que
el Señor le dio en el paraíso.
El mensaje espiritual de Cristo se encuentra entre el pesebre y la cruz. Del pesebre y la cruz
aprendemos la mansedumbre y la humildad y la forma de vencer el orgullo y la arrogancia. Así
alcanzamos la paz con Dios, con nosotros mismos y con los demás.
Amados hermanos; el mensaje de Navidad es mensaje de amor y de generosidad. El niño Jesús
que nació en el pesebre, debe ser reconocido en millones de niños sin hogar. Ellos están muriendo
de hambre, junto a sus madres, mientras nosotros, a veces, gozamos de bienes abundantes.
Cada necesitado o pobre, cada huérfano o viuda son los hermanitos de Jesús. Ellos representan
al pobre niño Jesús que no encontró lugar en la pensión.
¿Le hemos preparado un lugar en nuestro corazón? O nuestros corazones están ocupados
amando a alguien más…como los Escribas, Fariseos y los jefes de los judíos que, ignorando las
profecías, se ocuparon de las cosas materiales?
¿Mientras celebramos estos acontecimientos, experimentamos que Cristo está presente con nosotros,
compartiendo la alegría de estas fiestas? ¿O somos como extraños y Él está lejos de nosotros?
Preparémosle un lugar en nuestros hogares, en nuestros corazones, para que no seamos nosotros
quienes vivimos sino Él quien vive en nosotros. (Gálatas 2:20 )
Queridos hermanos, aún con la alegría del nacimiento de Jesús entre nosotros, tenemos varias
cosas que nos preocupan:
1. Ante todo, nuestra amada Siria.
Siria, la patria eterna de los arameos, tan amada por nosotros, con los asesinatos, la destrucción,
las constantes expulsiones, nos causa gran dolor. Desde que la crisis inició, hemos invitado
al diálogo, para encontrar una solución pacífica ante las armas y la muerte. Sin, embargo, la violencia
desembocó en el peor de los terrorismos, pues se realiza en nombre de la religión y de la
ley de Dios. Todos sabemos que Dios no está implicado en estos actos de barbarie que aterrorizan
a los ciudadanos que aman a su patria, tanto cristianos como musulmanes. Pues no podemos
describir lo que sucede en Siria como un enfrentamiento entre facciones sino como acciones
terroristas en contra de la humanidad.
No es sensato pensar que lo que están sufriendo nuestros hijos y hermanos en Siria esté dirigido
directamente contra a los cristianos, para forzarlos a abandonar el país. Reiteramos que vamos a
permanecer. Como hemos compartido la misma historia con nuestros hermanos musulmanes y,
en Siria, cristianos y musulmanes hemos derramado juntos nuestra sangre para defender nuestra
amada tierra, seguiremos compartiendo unidos un mismo destino y un mismo futuro.
Esperamos confiados la segunda conferencia de Ginebra. No creemos que allí se decida el futuro
de Siria, porque el futuro de nuestra Patria no puede decidirse en un país Europeo sino en
Damasco, la ciudad con la historia más antigua de la civilización. Sin embargo, en búsqueda de
la paz, apelamos a todas las naciones presentes en la segunda convención de Ginebra, a que
permitan que Siria sea para los sirios. Nosotros conocemos mejor lo que nos conviene. Si aman
a Siria, por favor dejen de apoyar a los terroristas porque ustedes mismos serán víctimas, en sus
propios países, de esos terroristas.
A nuestros hijos en Siria, les decimos: Ustedes han seguido los pasos de sus antepasados. Han
demostrado al mundo que son buenos y leales ciudadanos de Siria y del legado Siríaco. Han
mostrado que pueden defender su patria y su iglesia con su sangre. Me siento orgulloso de ustedes.
Manténganse firmes con sus compatriotas, porque el futuro es de ustedes y de sus hijos,
solamente en Siria y no en otros países. Elevamos nuestras oraciones al Todopoderoso, para
que tenga misericordia de los mártires sirios y conforte los corazones de sus familias con sus
bendiciones celestiales.
2. La segunda causa de preocupación, son nuestros hermanos Arzobispos secuestrados:
Esta es la segunda fiesta que transcurre desde el secuestro de nuestros dos hermanos, sus
Eminencias Mor Gregorio Youhanna Ibrahim y Pablo Yazigi, que son víctimas del terrorismo.
Ahora nuestras hermanas monjas del monasterio de Santa Tecla de Maaloula, sufren la misma
suerte. No hemos ahorrado esfuerzos para lograr su liberación. Agradecemos también los esfuerzos
de personas de buen corazón para lograr el fin de su cautiverio. Suplicamos a los captores
que los liberen. Ellos son servidores de Dios y de la humanidad, como los demás ministros
del culto. Ellos siempre han apelado al amor y a la unidad y nosotros seguiremos haciendo todos
los esfuerzos para lograr su liberación y el regreso a sus iglesias, que les esperan.
Los estamos esperando, Arzobispos, presbíteros y monjas. Oramos para que el Señor les proteja
y les dé la salud; y los animamos con las palabras con que comenzamos nuestro mensaje:
“Solo una cosa pido al Señor, solo una cosa, espero”… que fortalezca sus corazones.
3. La preocupación por la expulsión de los Cristianos del Medio Oriente.
Sí, con certeza sostenemos que se trata de expulsión y no de inmigración. Todas las informaciones
y datos con que contamos nos llevan a concluir que se trata de una operación programada y
bien estudiada para que los cristianos abandonen el Oriente. Todos somos conscientes de que
es impensable el Cristianismo sin el Oriente y el Oriente sin el Cristianismo. La Santa Sede de
Antioquía no podría ubicarse en Estocolmo, Frankfurt o Los Ángeles. La presencia de los cristianos
en el Oriente es más una necesidad para los musulmanes que para los mismos cristianos.
Los líderes de nuestros hermanos musulmanes son conscientes de ello. De hecho, ellos nos
ofrecen, con gran amor, toda clase de apoyo, medios y garantías para que, juntos, sigamos
compartiendo el Oriente. Ellos son conscientes de que son los cristianos los que desarrollaron el
Oriente. Es imposible que un auténtico nacionalista, o un auténtico musulmán, o un auténtico
árabe, se involucre en la expulsión de los cristianos del Medio Oriente. Pues su mera presencia
es una necesidad nacional, religiosa y de civilización.
La situación en el Medio Oriente se está complicando más y más, conforme pasa el tiempo. Se
ha hecho normal vivir en una coyuntura inestable que preocupa a todos, especialmente a los
cristianos. Pues se es víctimas de la seducción imaginaria de la inmigración, comenzando por
Palestina, Siria, Líbano, Egipto y el lacerado Irak. Por lo mismo, urgimos a los líderes políticos
del Oriente y de todo el mundo a que pongan fin al caos existente y a que intensifiquen sus esfuerzos
para encontrar una solución aceptable a todas las partes, que termine con la violencia y
acabe con el trasiego ilegal de armas, para que pueda volver la paz y la tranquilidad al corazón
del pueblo y los refugiados puedan retornar a sus países. Pues lo que se ha sufrido es más que
suficiente.
A pesar de todas estas dificultades, amados hermanos, no podemos ser cristianos solo de nombre.
Debemos demostrar que poseemos, dentro de nosotros, la fuerza de Cristo, a través de
nuestra conducta: en nuestros pensamientos, palabras y obras. Sin embargo, esta fuerza no la
alcanzaremos si no tomamos a nuestro Señor Jesucristo como modelo de vida. Sean valientes y
aguarden al Señor. Que sus corazones no se acobarden, porque Cristo está con nosotros y nunca
nos abandonará sino que nos protegerá, hasta el fin del mundo.
Que el Señor acepte su ayuno y su oración. Que celebremos Su Navidad con amor y con abundantes
bendiciones para los años venideros.